• Nuestra dependencia de la tecnología ha creado un escenario no tan diferente de la ciencia ficción más apocalíptica. ¿Pueden matarnos los robots?
  • HBO España estrenó la semana pasada el documental ‘La verdad sobre los robots asesinos’, en el que abordan este debate actual.

En junio de 2015, un robot de una fábrica de Volkswagen mató a un joven de 22 años. Suena un tanto apocalíptico, ¿verdad? Para entender la noticia hay que hacer algunas puntualizaciones, pero lo cierto es que entre los expertos en robótica y tecnología ha generado debate desde entonces. Sucedió en la factoría de Baunatal, cuando el brazo mecánico de un sistema automatizado para la producción de automóviles, capaz de funcionar sin la mano humana, aplastó al trabajador contra una placa de metal.

Heiko Hillwig, portavoz de la compañía, declaró enseguida que se debió a un error humano, aunque no terminó de confirmarse. Según recogió por entonces el medio ‘Telegraph’, máquinas similares han provocado al menos 26 muertes laborales en los últimos 30 años, solo en los Estados Unidos (el primero sucedió en 1971), pero sorprende que ocurra hoy, cuando la investigación ha avanzado tanto. Hay quien lanza la pregunta. ¿Debemos empezar a temer a los robots de nuevo?

Es la reflexión tecnológica, pero sobre todo social e incluso antropológica, que plantea el documental ‘La verdad sobre los robots asesinos’, que HBO estrenó la semana pasada. La película, narrada y presentada por un robot de apariencia humana, comienza con el caso de Volkswagen, único para atrapar nuestra atención, pero sus implicaciones son mas ponderadas. Uno de sus grandes apuntes es nuestra dependencia de la tecnología, sobre todo en la producción a gran escala.

¿Creías que eso que conocemos como Revolución Industrial había terminado? Pues te equivocas. En la lucha por la productividad óptima, hablemos de empresas tecnológicas o de fabricación de automóviles, la automatización de todos los procesos a través de sistemas digitales es vital. La industrialización de este último sector, por ejemplo, y de otros afines, fue responsable en los años 60 y 70 de un notable aumento del Producto Interior Bruto en multitud de países. No vamos a abandonarlo ahora, ¿no?

Para mostrarnos que esto sigue pasando, ‘La verdad sobre los robots asesinos’ nos traslada hasta Shenzhen, el mayor epicentro digital de una de las industrias ahora más pujantes del mundo, China. Allí, hasta el servicio postal está automatizado gracias al trabajo de máquinas casi totalmente independientes, y en los últimos años, algunas compañías tecnológicas han reducido su plantilla hasta tres cuartas partes. Una de ellas ha pasado de tener 3.200 trabajadores a alojar solamente a 800.

Por un lado, el documental da voz a los empresarios que afirman que su labor es maximizar los ahorros y los beneficios (los robots multiplican los resultados del trabajo de las personas y cuestan menos), y a expertos que afirman que no hay empleados (humanos) que quieran desempeñar estas funciones. Por otro, muestra cómo el paro y la frustración hacen mella en los jóvenes chinos, que se reúnen por cientos en las colas para los nuevos procesos de selección en la “rutilante” Shenzhen.

Una cuestión humana, no tecnológica

Pero uno de los fenómenos más urgentes al respecto es la popularidad de las inteligencias artificiales en el sector de los servicios sociales, que es, además, el que implica nuestra participación activa. En 2018 hemos conocido las primeras muertes ocasionadas por coches autónomos, una de ellas en un Tesla, la compañía fundada por el mediático Elon Musk. De nuevo, el suceso genera una división entre expertos. Se encuentran, en primer lugar, los que temen que este debate sobre la tecnología ponga en peligro un mercado en alza como el de la conducción independiente.

En segundo lugar, los investigadores que opinan que las máquinas son máquinas y pueden fallar, y que somos nosotros los que nos ponemos voluntariamente en su poder. Estos alertan de una amenaza que tiene menos de apocalíptica que de social, de cultural. Si seguimos delegando tareas que nosotros mismos podemos llevar a cabo, como conducir, en manos de los sistemas artificiales, acabaremos perdiendo esas capacidades. Eso también mató en parte al conductor del Tesla que iba viendo ‘Harry Potter’ mientras conducía.

La pregunta de si los robots pueden matarnos o no se remonta a décadas atrás, cuando el escritor y bioquímico Isaac Asimov enunció las leyes que llevan su apellido: la primera es que un robot nunca hará daño a un humano, tampoco por inacción, y la segunda que debe cumplir órdenes de otros humanos siempre que no interfieran con la primera. Aplicar esto a casos como los de Volkswagen o Tesla es un tanto problemático, porque hablamos al fin y al cabo de máquinas, no de inteligencias creadas para la interacción con humanos, probables en un escenario de futuro.

No obstante, la actualidad vuelve a sorprendernos. El documental de HBO recuerda que los gobiernos occidentales ya están usando robots para neutralizar amenazas terroristas, y que la industria está trabajando en unos que eliminen objetivos humanos solo por reconocimiento facial. Según las influyentes leyes de Asimov, los robots no pueden matarnos, pero, ¿qué sucede cuando somos nosotros quienes les encomendamos esa labor? Cuando el sabio señala la luna, el tono mira el dedo. No podemos culpar a la tecnología, sino al uso que hacemos de ella.

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