sus 21 años, Luna Serrat, nieta del cantautor Joan Manuel Serrat, ha vivido una desagradable experiencia que, por desgracia, no resulta extraña para muchas mujeres.Precisamente para luchar contra esta lacra, alzar la voz y evitar normalizar actos diarios que violentan a las mujeres, la joven periodista ha querido narrar a través de sus redes sociales -donde cuenta con más de 14.000 seguidores- su ‘hora de pánico’ vivida en un AVE cuando regresaba a Madrid de sus vacaciones en Huelva. “Os voy a contar desde mi angustia, una de la situaciones más desagradables que he vivido nunca”, comenzaba el relato tras dejar claro a los suyos que estaba bien.

“A las 17:50 he cogido un AVE Huelva- Madrid. A mi lado, un señor americano que nada más verme me chequea de arriba a abajo y se ríe”, relata en un texto compartido a través de varios Instagram Storiesen el que detalla que “llevaba una cantimplora que cada vez que la abría atufaba el vagón a alcohol”. “El señor se pone a ver 50 sombras de Grey y me pide que la vea con él. Su torpeza con el castellano me sirve de excusa y digo que no le entiendo. Él insiste y yo me giro. En cada escena de sexo, se ríe, me mira, me siento intimidada y a él le gusta”, escribe.

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Ante la desagradable situación, Luna se colocó “contra la ventana, tapada por mi bolso y chaqueta, lo más alejada que podía de él, sin escuchar música y sin leer por miedo a quedarme dormida“. Una situación que no hizo que el americano desistiese, y continuó “mirándome y gritando en cada escena en la que aparecía la chica en la cama. Me ponía caras y me invitaba a ver la película con él”, aunque ella le insistió: “Te he dicho que no”.

Que un revisor pasase por el vagón y preguntase a ambos por una maleta mal colocada, se convirtió en la excusa perfecta para que la nieta de Serrat se levantase de su asiento, no sin antes contar lo ocurrido al revisor, aunque “sin detalles” porque le “daba vergüenza”. “Notó al segundo lo que estaba pasando. Mis lágrimas y mi voz entrecortada lo decían todo”, apunta.

 “Fue la peor hora que recuerdo. Ni siquiera me rozó y nunca me había sentido tan desnuda”, confiesa Luna, que volvió a ver a aquel pasajero en el tren tras cambiarse de sitio e ir al baño a lavarse la cara. “Tenía el rímel corrido. Nada más salir, le vi. Me sonrió. Creo que se burlaba de mí”. “No tengo ni idea de qué hubiese pasado si me hubiese quedado todo el trayecto sentada. Sé que el tema es delicado y soy consciente de que no siempre es tan fácil pedir ayuda. Puede resultar exagerado, pero nadie merece una hora de pánico”, añade la madrileña, que finalmente llegó a Atocha y fue recogida por su madre: “no sé cómo lo hace pero siempre está”.

“Siento la necesidad de contarlo. No me perdonaría que le pasase a mi hermana pequeña y que, por vergüenza, no me lo dijese o que no sea capaz de reaccionar. Por primera vez, me he sentido víctima y tengo el deber de contaros mi historia”, relata Luna, que ha agradecido en estas últimas horas todos los mensajes de apoyo recibidos por rostros conocidos y anónimos, que también han querido compartir con ella historias parecidas.

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