La microbióloga mexicana Laurie Ann Ximénez-Fyvie acusa a López-Gatell en su libro sobre la pandemia de haber pretendido una inmunidad de rebaño al inicio de la crisis

El libro del momento en México tiene la fotografía del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, en la portada y un título que avanza la dureza de la tesis que defiende: Un daño irreparable. La criminal gestión de la pandemia en México (editorial Planeta). Su autora, Laurie Ann Ximénez-Fyvie (Guadalajara, Jalisco, 1969) es microbióloga y actualmente la jefa del laboratorio de Genética Molecular de la UNAM. Se doctoró en Ciencias Médicas en Harvard. No hay paliativos que mitiguen los ataques que dedica al hombre que comanda la lucha contra la pandemia en México. Le compara con el nazi Josef Mengele y opina, a partir de inferencias personales, sin ambages, que buscaba un contagio masivo de la covid-19 para alcanzar la llamada inmunidad de rebaño. Cree que hay que esperar para juzgar a los políticos, pero esa paciencia no alcanza para López-Gatell. Muchos otros, como él, dice, deberían pasar por el tribunal de la Haya.

Respuesta. Fue a propósito que no quisieran tomar las medidas adecuadas al inicio. Contener la dispersión de los contagios resultaba una propuesta que parecía demasiado costosa para las autoridades. En ese momento flotaba en el aire la idea de que una estrategia de inmunidad de rebaño podía ser una opción. Se habló en el Reino Unido, Suecia… Parecía la forma menos costosa y más sencilla de controlar el problema. Las declaraciones de López-Gatell dejan claro que sus errores fueron muy grandes, que pensaba que iba a morir poca gente, como en una temporada de influenza. También ha sido a propósito que no hayan corregido el rumbo, lo que para mí es inexcusable es haber optado por esa idea [la dispersión de los contagios] cuando pensaban que era viable y a medida que pasa el tiempo no haber rectificado a la luz de las evidencias. Sí, es intencional y criminal no haber rectificado.

P. En el libro vierte acusaciones muy graves. Compara a Gatell con el nazi Mengele, dice que al subsecretario no le han importado el número de muertes, le acusa de criminal, de dejar que la gente se infectara, que tomó esas decisiones consciente, que su estrategia significaba sacrificar a 3,5 millones de personas. Es de una dureza extraordinaria.

R. Es que es muy duro lo que está pasando, sí. Es una acusación seria que sostengo, sí, la sostengo. Es intencional porque ¿qué otra razón hay? Hay países más pobres que han tomado mejores medidas, mientras México se está gastando miles de millones de pesos en obras magnas que en este momento no deben tener relevancia por encima de la vida. Hay recursos, pero no voluntad, sí, es muy grave y como dice el título del libro, criminal. Si tomamos en consideración el exceso de mortalidad, han fallecido en México 375.000 personas. Los tres países que peor lo han hecho son Estados Unidos, Brasil y México, sin duda.

P. Sostiene que, desde el inicio, Gatell optó por la inmunidad de rebaño, es decir, que se contagiara la población hasta lograr la inmunización. Nunca habló nadie abiertamente de eso en México como sí lo hicieron en Reino Unido. Y en su libro esta acusación está fundada en inferencias suyas, incluso en cómo usted imagina que eso pasó por la cabeza del subsecretario.

R. Ahora todos queremos hacer que no tenemos memoria. El cubrebocas funciona y lo sabemos desde hace siglos, ¿por qué esa insistencia en no usarlo? A menos que se desee una infección rápida, entonces sí es buena estrategia. Había un cúmulo de evidencias científicas de que los asintomáticos contagiaban, la OMS tuvo que recular con eso, y aún insiste Gatell en que los asintomáticos no son importantes… Por tanto el mensaje es conducente a que más personas se infecten en el menor tiempo posible. Claro que se han cuidado de no decir abiertamente que estaban por la estrategia de inmunidad de rebaño. Nunca lo ha dicho así, lo admito al cien por cien, nunca lo dijo así, pero sus acciones y discursos han sido conducentes a esa estrategia.

P. Que su discurso y acciones hayan sido consistentes con esa estrategia, ¿cree que es por error o porque buscaba ese sacrificio de personas?

R. Es que creo que Gatell calculó mal. No creo que él jamás haya imaginado que 375.000 personas fueran a morir, sus primeras estimaciones no pasaban de 8.000. Se dijo: “Podemos con eso”, pensó que saldría mejor que cerrar la economía o las fronteras. Aunque hubieran sido 8.000 también es muy cuestionable desde un punto de vista ético.

P. Usted se queja de que los científicos no reaccionaron como en otros países. Quizá ellos no infirieron, como usted, que la estrategia era dejar que se sucedieran los contagios. ¿O cree que responde a otras razones?

R. Responde a otras cosas. Ahora que ya lo he expresado yo vienen muchos colegas a decirme que también se asustaron cuando mencionó que era mejor que se infectaran 100 niños en una escuela que 10; ahora sí todos se asustaron, qué lástima que no alzaron la voz cuando solo había 30 muertos, ¿verdad? Habríamos podido detener el resto. En México la comunidad científica siempre ha actuado tras bambalinas, a diferencia de muchos países europeos o Estados Unidos, donde protesta y se la escucha. Este Gobierno es muy poderoso y sus seguidores son adoradores, fanáticos. Hay más renuencia que en otros tiempos a alzar la voz en contra del régimen o de algo que pueda molestar al régimen, no vaya a ser que sucedan cosas.

P. ¿Y no cree que a Gatell le hubiera venido mejor, para esas aspiraciones políticas que usted le atribuye, haber tenido más éxito en la gestión de la pandemia en lugar de lo contrario?

R. Pues sí, claro. Pero [para cambiar la estrategia] habría tenido que ir en contra del presidente.

P. ¿Eso le ha frenado?

R. Sí, todo ocurre con la anuencia del presidente.

P. Entonces, según usted, el presidente es tan responsable como Gatell.

R. Sí tan responsable como Gatell, la culpa es compartida.

P. ¿Por qué entonces solo Gatell es criminal, a su parecer?

R. Porque él es quien determina la estrategia, con la anuencia del presidente, que no sabe si hay que hacer pruebas o no, por ejemplo, él solo se asesora. Esto no le resta responsabilidad.

P. Si seguimos su criterio y observamos las decisiones que han tomado muchos países, tardías, insuficientes, anticientíficas, oportunistas ¿no habría que llevar a responsables políticos de medio mundo ante el tribunal de La Haya?

R. Quizá sí, sí. ¿Porque sean muchos vamos a restarles responsabilidad? Todos los que actuaron de esa manera negligente e irresponsable deben rendir cuentas, no solo Gatell. Donald Trump llevó a cerca de medio millón de personas a morir, debe responder por ello. Lo que ha pasado no fue fortuito ni fue inevitable, otros países lo controlaron bien. Y lo que hicieron los irresponsables trasciende sus fronteras, además. Han puesto a la humanidad en riesgo. Hablo de México porque es mi país, pero otros tienen la misma responsabilidad. Y no porque sean muchos pueden zafarse.

P. Y si han sido muchos ¿no es más lógico pensar en errores o negligencias y que países como Nueva Zelanda o Taiwan son las felices excepciones en lugar de que son todos malvados?

R. Es que es diferente a lo que ha pasado en México. Otros países se han equivocado mucho, pero siempre ha habido intención de rectificación. Ayer mismo, Boris Johnson se disculpó por no tomar las medidas adecuadas. Yo no creo que sean macabros estos, quizá negligentes, reconocieron el error. En México el discurso sigue siendo el mismo, no se ha rectificado: “estamos de salida, estamos estables”, cuando nuestras curvas suben en vertical, eso es lo criminal.

Portada del libro.
Portada del libro.

P. Hay medidas, sin embargo, que han funcionado en unos países y en otros no. ¿No es muy pronto para elaborar una teoría certera sobre qué países lo han hecho mejor o peor teniendo en cuenta, además, sus peculiaridades socioeconómicas?

R. Sí, para una evaluación global es pronto, sí. La historia no se ha terminado de contar. Y sí, cada país tiene sus particularidades. En Europa los confinamientos parecen más factibles, en América Latina hablar de confinamiento es irreal, nuestras economías están colapsadas, no hay estímulos económicos para tomar esa medida, la gente vive al día, pueden morirse de hambre. Es verdad, para juzgar país por país y continente por continente hay que verlo con más distancia.

P. En un país como México, donde si encierras a alguien en su casa, ese día puede que ya no tenga para comer; donde se sabe que la pobreza también mata mucho a medio y largo plazo, ¿no es legítimo que un gobierno tenga en cuenta esa variable?

R. Sí, México tiene que tener en cuenta la economía, no se debe desligar la pandemia de la economía. Pero el Gobierno lo ha formulado como una falsa dicotomía. Dicen que o se ve por la economía o se ve por la pandemia. Y ese es el error, no se deben desligar. Tratar la pandemia significa tratar la economía, en cambio priorizar la economía no soluciona la pandemia. Esto se ha demostrado en países que lo han manejado bien. No habrá recuperación económica real mientras la pandemia siga activa: ¿cómo recuperar el turismo, qué europeo querrá venir a un país cuando aquí la gente se está muriendo en las calles?

P. Hay turistas que han venido debido a esa permisividad que no encuentran en sus países. El factor humano se impone.

R. Sí, México es el paraíso de los covidiotas.

P. Quizá México no se puede comparar con esos países que se han recuperado económicamente tras controlar la pandemia

R. México no es distinto a otros países en este sentido. En México, la población que más se está infectando y muriendo es la población económicamente activa, entre los 35 y 60 años. ¿Cuánto le cuesta a un país perder a su población económicamente productiva, los que compran, gastan y pagan impuestos? Es muy costoso. Controlar la pandemia reaviva la economía. El Gobierno debe hacer mucho más.

P. No rompería una lanza a favor de algunos políticos cuando ve cómo se comporta parte de la ciudadanía, con cierta irresponsabilidad, con un cansancio comprensible…

R. No, porque si se hubiera hecho pronto, bien y corto, no estaríamos en este cansancio, ni hablando aún de la pandemia. Si vamos corriendo detrás del virus el virus gana. Se necesitaban decisiones de valor, sin miedo a equivocarse, pero los políticos no quieren tomar decisiones que puedan arriesgarles al ridículo.

P. ¿No es posible que a los responsables políticos, al inicio, esto les tomara por sorpresa como a muchos ciudadanos?

R. El ciudadano común tiene derecho a equivocarse, pero el jefe de un Estado, no, porque dispone de toda la información de la que los demás carecemos. Ellos sabían muy bien que este problema pintaba así de catastrófico. Por eso me voy muy duro con los políticos.

P. En México, la OMS y el Gobierno han ido de la mano en ciertos criterios, como el rechazo del cubrebocas. Han dado ruedas de prensa conjuntas y se han cruzado halagos. ¿Qué parte de culpa le atribuye a la organización?

R. La OMS, sin duda, tuvo influencia en los gobiernos, pero también sobre la población, porque quienes no se querían poner el cubrebocas citaban a la OMS. Tarde o temprano, la organización deberá rendir cuentas, no tiene disculpa por haber hecho eso. Es verdad que al inicio el acaparamiento de los cubrebocas podía desabastecer al personal sanitario, y tal vez lo hicieron con esa intención, pero la OMS debió haberlo dicho con todas las letras: hay escasez, pero necesitamos las mascarillas. No debieron desaconsejar su uso, eso es imperdonable. De todas formas, lo países no pueden escudarse en lo que diga la OMS, que también comete errores. Hubo muchos científicos que señalaron aquellos errores de la organización. ¿López-Gatell es científico, no? No vale escudarse en la OMS.

P. Dice usted en la página 221, casi al finalizar el libro: “Ya habrá tiempo de juzgar a los políticos”. Sin embargo, al subsecretario le ha condenado en todas las páginas anteriores.

R. [Ríe] No le hace ni cosquillas, él tiene el respaldo absoluto del presidente. Yo creo que él piensa en su casa: “Mientras esté yo bien con Dios, qué me importan los ángeles”.

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