CIUDAD HIDALGO, México — El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha tomado acciones decisivas para incentivar que los migrantes que huyen de la pobreza y la violencia en países centroamericanos se queden en México y trabajen aquí, al facilitarles el trámite de visados y de permisos de trabajo, además de promover las inversiones y proyectos públicos con el fin de generar empleos.

Las nuevas políticas ya se han vuelto un imán de migrantes, quienes tienen cada vez mayores dificultades para ingresar a Estados Unidos debido a las posturas del presidente de ese país, Donald Trump. Una caravana migrante que se dirige desde Centroamérica hacia México es la más numerosa hasta ahora‚ con más de doce mil personas; muchas de ellas dicen que se quedarán en México, al menos por ahora.

La generosidad del nuevo presidente mexicano hacia los inmigrantes, de acuerdo con funcionarios del país, es parte de su compromiso generalizado para proteger los derechos humanos, reducir la desigualdad en el país y atender de manera prioritaria a las personas en situación de pobreza.

La postura a favor de los migrantes adoptada por López Obrador también es un contrapeso relevante a las medidas que promueve la Casa Blanca, sin ser un desafío directo a Trump. Pero las políticas del presidente mexicano podrían resultar en que haya mayores presiones en la frontera norte de México, pues buena parte de los integrantes de la caravana indican que buscan cruzar en algún momento hacia Estados Unidos.

Varias personas de la caravana dijeron en entrevistas que decidieron emigrar tras enterarse de la decisión del gobierno mexicano de agilizar el proceso para conseguir una visa humanitaria que tiene vigencia durante un año y les permite a los migrantes viajar y trabajar de manera legal en México.

“Esta visa humanitaria que están dando ahora es la razón por cual estamos aquí”, dijo Carlos del Valle, un maestro guatemalteco que estaba haciendo fila junto con su familia en un cruce de Guatemala y México para solicitar el documento la semana del 21 de enero.

“Luego, si se puede, podemos llegar a Estados Unidos”.

Con el nuevo proceso, que empezó a funcionar el 18 de enero, el gobierno mexicano tarda cinco días en emitir una visa humanitaria, en comparación con el mes que tomaba anteriormente. Los funcionarios migratorios dijeron que la política tendrá una vigencia permanente.

Indican que la iniciativa es parte de la estrategia del presidente para que la política migratoria de México tenga un enfoque más humanitario después de varios años en los que aumentaron las deportaciones por la presión de Estados Unidos. Pero esa bienvenida también podría resultar en que todavía más migrantes hagan el trayecto hacia el norte y terminen por dirigirse a la frontera estadounidense, lo que aumentaría las tensiones con el gobierno de Trump cuando este pretende construir un muro fronterizo y reducir el flujo migratorio hacia ese país.

El 24 de enero, la Casa Blanca anunció una nueva política para retornar a la mayoría de los solicitantes de asilo a México si llegaron a pie desde la frontera suroeste. Con esos protocolos, que buscan desincentivar a los centroamericanos de emigrar hacia Estados Unidos y reducir las presiones con las que opera el sistema de asilado de esa nación, los solicitantes deberán esperar en México a que se resuelva su caso.

La actual caravana migrante salió de San Pedro Sula, Honduras, el 14 de enero y sus integrantes comenzaron a llegar en los días siguientes a la frontera de Guatemala com México. Los funcionarios mexicanos invitaron a los migrantes a pedir la visa humanitaria y desde entonces más de 12.000 personas, en su mayoría hondureñas, la ha tramitado en Ciudad Hidalgo, Chiapas.

Algunas personas de la caravana dijeron que su intención sí es quedarse en México e inscribirse en los programas de empleo patrocinados por el gobierno de este país, pero muchas comentaron que más bien planean usar las visas para pasar de manera segura hacia la frontera norte e intentar descifrar ahí cómo cruzar hacia Estados Unidos.

El presidente Trump ha denostado a los gobiernos de América Central y de México porque los acusa de no hacer lo suficiente para detener el paso de las caravanas. Ha calificado a los migrantes como invasores que ponen en peligro la seguridad y el acceso a empleos de los estadounidenses.

La exigencia de Trump para que el Congreso apruebe una medida presupuestal que incluye fondos para la construcción del muro en la frontera ha resultado en una parálisis con los demócratas que controlan la Cámara de Representantes y en un cierre parcial de la administración pública de Estados Unidos. Trump se ha volcado a Twitter para promover su propuesta de fondos para un muro al alertar sobre la presunta amenaza de la caravana.

“México no está haciendo NADA para detener la caravana, que está completamente formada y se dirige hacia Estados Unidos”, escribió el 19 de enero.

En otro tuit dijo: “Otra gran caravana se dirige hacia acá. ¡Muy difícil de detener si no hay muro!”.

El gobierno de México en un inicio dijo que iba a agilizar el proceso de solicitud de visas humanitarias como una “excepción”, solamente para la caravana actual. Pero el 24 de enero, una portavoz del Instituto Nacional de Migración mexicano dijo que el proceso expedito será permanente.

“Esto es como una luz en el camino para los migrantes, porque saben que pueden llegar sin dificultad a México”, dijo Karen Valladares, directora del Foro Nacional para las Migraciones en Honduras, un grupo activista. “Ahora estamos viendo un México distinto, un México que abre fronteras, un México que está dando oportunidades, un México que les está brindando, de una forma u otra, esperanza”.

Sin embargo, los motivos del régimen de López Obrador no son plenamente humanitarios. El gobierno ha dicho que hay una escasez de mano de obra y quiere llenar las vacantes de decenas de miles de empleos no especializados a lo largo del país.

La mayoría de los migrantes en la caravana eligieron pedir la visa humanitaria. Pero el 18 de enero un grupo de alrededor de 1500 de ellos atiborraron el cruce oficial en Ciudad Hidalgo y se cruzaron sin más frente a los funcionarios fronterizos que no intentaron detenerlos. Cientos de integrantes de ese grupo han seguido la ruta hacia el norte sin que las autoridades los detuvieran.

Excepto por ese incidente, el proceso ha sido ordenado, un contraste con la ocasión en octubre en la que los integrantes de otra caravana se enfrentaron con policías mexicanos en el mismo punto de cruce desde Guatemala. Muchos miembros de esa caravana y de otras más pequeñas que le siguieron poco después llegaron al estado mexicano de Baja California, principalmente a la ciudad de Tijuana, lo que ha puesto bajo inmensa presión a los funcionarios locales y la sociedad civil ahí.

Parece que cada vez más personas que viajan en la caravana actual se sienten atraídos por la idea de quedarse en México.

“Lo que yo quiero es pasar a trabajar nada más”, aseguró Yanina Vargas, una hondureña de 27 años que hacía fila junto con más de mil personas más en el puente que conecta a Guatemala con México.

Para atender las causas base de la emigración, López Obrador ha prometido que se promoverá la creación de trabajos en el sur de México y en América Central, además de que ha impulsado un plan de desarrollo regional de 30.000 millones de dólares. También ordenó recortes a los impuestos en decenas de municipios en la frontera norte en un esfuerzo por promover ahí el desarrollo económico y el empleo. Su gobierno se unió para este fin con el sector empresarial y líderes de sindicatos en diciembre, cuando se anunció un aumento de alrededor de 16 por ciento al salario mínimo con la intención de mejorar las perspectivas económicas de las clases trabajadoras.

Sin embargo, pese a estos incentivos y a la postura de Trump de rechazo hacia los migrantes, muchos de quienes viajan en la nueva caravana quieren dirigirse únicamente a Estados Unidos.

Franklin Caballero, originario de Honduras y de 30 años, dijo que había vivido seis años en territorio estadounidense sin documentos antes de ser deportado por conducir sin licencia. Comentó que su esperanza es volver allá al viajar con la caravana.

“Aunque me toque unos cinco días esperar aquí por el pase en México, luego veré cómo hago para llegar a Estados Unidos”, dijo, mientras hacía cola para solicitar la visa humanitaria en Chiapas. Su plan tentativo era pagarle a un contrabandista en algún sitio del norte mexicano para que lo cruzara hacia territorio estadounidense.

Sin embargo, otros de la caravana han dicho que consideran primero vivir y trabajar en México hasta que vean una oportunidad de cruzar hacia Estados Unidos.

“Nuestro propósito es conseguir trabajo”, dijo Anabella Lopez, migrante guatemalteca de 50 años que viajaba con siete familiares de distintas edades. “Estados Unidos está complicado”.

López dijo que estuvo atenta a las noticias sobre las caravanas que habían llegado a Tijuana y el norte mexicano desde octubre pasado y que sabía que “han estado sufriendo mucho”.

También se preguntó cómo México va a poder apoyar a tantos recién llegados desde Centroamérica: “¿Qué va a hacer este país con tantísimas personas?”.

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